Suite del Pinto – El Mati, Alfonso Aroca y Sergio de Lope

[icon type=»glyphicon glyphicon-bullhorn» color=»#0085a1″] Noches íntimas en el Almíbar

Que las peñas flamencas tuvieran la obligación de contar con gente joven era algo obvio hace unos años. Hoy, vivimos una etapa en la que tenemos que autofinanciar íntegramente nuestras actividades, y  por ente,  sin compromiso alguno con la administración. La única obligación que recae sobre nuestra espalda es de calado comercial. Nuestro programa se sufraga con una sencilla ecuación: dividimos el caché del espectáculo entre el número de asientos y nos da como resultado el precio de la invitación. Lo que aparentemente resulta una sencilla ecuación, se convierte en nuestra gran espada de Damocles, estando obligados a completar el aforo para no morir por inanición. Es por ello que para llenar hay que afinar en la elección y buscar la justa proporción entre lo que nos gusta y lo que sea lo suficientemente conocido.

Esta breve introducción viene hoy al caso porque el recital del viernes pasado contó con una peculiaridad especial. Los tres músicos que subieron al escenario son muy amigos: Matías López “El Mati”, Alfonso Aroca y Sergio de Lope. Forman parte de un grupo de músicos residentes o muy relacionados con esta ciudad por los que tenemos especial devoción. Los llevamos siguiendo desde hace mucho tiempo e intentamos trabajar con ellos cada vez que tenemos ocasión. Sus trayectorias y reconocimientos nos avalan. Así, estos tres fenómenos llenaron el Mesón San Basilio a rebosar, colgando el cartel de NO HAY BILLETES dos semanas antes del espectáculo y en esta ocasión, quisimos de nuevo ponerlos en un “aprieto”. Ya lo habíamos hemos hecho otras veces: Nocheblanca, Recuerdo a Enrique, Jam Session del cierre del anterior local… pero esta vez no tuvimos otra idea que hacer un recital de cante con piano, flauta y apañense ustedes como puedan!

Para los que no tuvisteis ocasión de asistir al recital, os dejamos esta pequeña muestra para vuestro deleite.

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Todos sabéis cuánto amamos el flamenco: cuánto le dedicamos en nuestra vida y cuántos sentimientos nos provoca. Nos encanta lo antiguo, lo que huele a cuarto de cabales, lo que nos hace sentir el sabor de la sangre en la boca cuando se canta como se debe cantar. Nos emocionamos cuando oímos que alguien se acuerda de la Moreno o de Paquirri El Guanté, al igual que cuando una falseta nos recuerda a Manolo de Huelva o a Ramón Montoya. No podemos evitarlo, morimos con este arte y por ello somos tan exigentes en nuestros recitales: tanto con el público como con los artistas.

Somos defensores de la transmisión (casi extrema) que debe provocar este arte y si no es así, no nos vale. Sabemos que uno de los principales sentimientos que el flamenco debe provocar (entre muchísimos más) es ponernos los pelos como escarpias. Si un fandango de Aznalcóllar o de la Calzá no nos pone la piel de gallina, es porque no está bien “cantao”. Así lo entendemos y así lo difundimos. Nuestra portada de facebook lo deja bien claro “El flamenco no tiene más que una escuela; transmitir o no transmitir”. Pero aparte de la transmisión que se produce entre un buen emisor y un receptor predispuesto para ello, consideramos que hay un factor fundamental para llegar al nirvana flamenco: la sorpresa. Ya sea sorpresa al cantarnos como nos cantaba nuestro intérprete favorito, o al hacerlo en un modo jamás oído anteriormente. Por este motivo, nos encanta la vanguardia, el riesgo, la valentía y el atrevimiento en las formas de realizar este arte. Y precisamente de esto estuvo lleno el recital del viernes.

Durante las dos partes que duró el recital, se fueron alternando recuerdos de cantes de mediados del s.XX como en el “Romance a Córdoba” o “La suite del Pinto”; con nuevas interpretaciones de los cantes clásicos como “Levante chino”, “Soleá en menor” o “Seguiriyas”. Además de la magnífica versión que realizaron instrumentalmente Alfonso y Sergio de “Canción de amor” del maestro Paco de Lucía; de una composición propia a modo de canción aflamencada dando música al poema de Miguel Hernández “Sentado sobre los muertos” y de la versión de “Generalife” de Enrique Morente. En definitiva, un recital que combinó pureza con: avances tecnológicos, ecualizaciones propias de otras músicas, instrumentos no habituales en el flamenco y nuevas formas interpretativas. Todo un sin fin de posibilidades que, observadas desde la pureza, nos facilitan llegar al fin principal: la transmisión.

Viva El Almíbar!